La IA salva economía estadounidense
"La IA salva economía estadounidense", escribe Marco A. Paz Pellat en #ElPoderdelasIdeas
La inteligencia artificial (IA) no sólo está transformando la manera en que trabajamos o producimos: hoy sostiene buena parte del crecimiento económico de Estados Unidos. Así lo confirman informes del Bank of America (BoA), Deutsche Bank y BNP Paribas, que coinciden en un diagnóstico contundente: sin las fuertes inversiones en IA, la economía estadounidense ya habría entrado en recesión.
De acuerdo con el BoA, las inversiones en software y equipos vinculados con inteligencia artificial aportaron hasta 1.3 puntos porcentuales al crecimiento del PIB estadounidense en el segundo trimestre de 2025, casi la mitad de toda la expansión económica. Este impulso resulta notable considerando el entorno adverso de altas tasas de interés, inflación persistente y tensiones geopolíticas. Como resumió James Egelhof, economista jefe de BNP Paribas: “La IA ha evitado que la economía entre en recesión”.
El empuje proviene, sobre todo, de las grandes tecnológicas -Microsoft, Meta, Alphabet y Amazon-, responsables de más de 25% de toda la inversión de capital del índice S&P 500, con un crecimiento anual cercano a 75%. Esta ola inversora ha dinamizado no sólo al sector tecnológico, sino también a la manufactura, la construcción y los servicios financieros, que están adoptando herramientas de automatización e inteligencia artificial para ser más productivos y competitivos.
No obstante, esta expansión tiene riesgos. Un estudio del Massachusetts Institute of Technology (MIT) advierte que 95% de las iniciativas públicas de IA no ha generado retornos, lo que reaviva el temor a una nueva “burbuja tecnológica” similar a la de los años 2000, cuando la especulación en torno a Internet borró más de cinco billones de dólares en los mercados bursátiles.
Otro desafío es el energético. Los centros de datos que sustentan la infraestructura de la IA consumen ya cerca de 4% de la electricidad de Estados Unidos, y algunos megacentros en Virginia utilizan la misma energía que una ciudad entera. Este incremento presiona los precios de la energía y plantea serios retos ambientales y de planeación.
Aun así, los beneficios sobre el empleo y la productividad son evidentes. La IA no está destruyendo trabajos masivamente, sino que impulsa la demanda en sectores de alto valor agregado como la tecnología, las finanzas y la manufactura avanzada. Según el BoA, “una de las principales razones de la resiliencia del crecimiento es la inversión dirigida a categorías tecnológicas y relacionadas con la IA”.
El debate entre optimistas y escépticos se centra ahora en la sostenibilidad del modelo. Analistas como George Saravelos, de Deutsche Bank, advierten que el ciclo no podrá mantenerse si las inversiones dejan de crecer exponencialmente, pues su desaceleración reduciría el impacto sobre el PIB.
Lo cierto es que la IA se ha convertido en un amortiguador frente a la recesión: ha elevado la productividad, acelerado la innovación y sostenido el dinamismo laboral. En medio de la incertidumbre global, Estados Unidos ha encontrado en la IA un salvavidas y una palanca de competitividad. El reto será transformar esa inversión en productividad real y desarrollo inclusivo, evitando que la euforia tecnológica se convierta en una crisis de expectativas.

