Irán-Israel: medio siglo de guerra

"Irán-Israel: medio siglo de guerra", escribe Irene Selser en #Entrevías

Si árabes y judíos (y cristianos) convivían en paz entre el Mediterráneo y el río Jordán, la entonces Palestina, antes de que Naciones Unidas dividiera ese territorio para crear el Estado de Israel (en mayo de 1948), lo cual dio inicio a un conflicto sin fin entre ambos pueblos, también eran cordiales los lazos entre israelíes e iraníes hasta que en febrero de 1979, la monarquía pro-occidental del sha Mohammad Reza Pahleví fue derrocada y sustituida por una teocracia chiita conservadora y antioccidental, liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, considerado el fundador de la República Islámica y representante de la soberanía divina. Jomeini, quien había regresado a Teherán tras 15 años de exilio, gobernó hasta su muerte en 1989, reprimiendo a la disidencia y manteniendo una política restrictiva en relación a los derechos de las mujeres (que aún prevalece), según su interpretación del islam. Así, de ser uno de los principales aliados de Estados Unidos en Medio Oriente, el antiguo imperio persa, cuna de unas de las culturas más influyentes de la humanidad, lo convirtió en su principal enemigo al que llamó el “gran Satán” y a Israel, aliado de Washington, el “pequeño Satán”. Y dado que la resistencia iraní había recibido entrenamiento de los palestinos en el Líbano, Jomeini proclamó como suya la causa palestina, rompió con Israel y proyectó a Irán como una potencia panislámica ante el abandono de los palestinos por parte de sus vecinos árabes.

Al cabo de estos 48 años de hostilidades, más o menos encubiertas entre Irán e Israel (la “guerra en la sombra”, le dicen), la crisis recrudeció con el ataque sin precedentes del 7 de octubre de 2023 de Hamás sobre el sur de Israel, que dejó mil 200 israelíes muertos y 251 secuestrados. Es sabido que, desde inicios de 1990, Irán es el que patrocina al movimiento islamista sunita paramilitar Hamás con armas, entrenamiento y ayuda militar, por lo que para Israel el autor intelectual de esa acción terrorista fue la República Islámica. Visto así, el régimen de los ayatolás, a cargo desde 1989 de Ali Jamenei (86), sería corresponsable del genocidio contra la población de Gaza llevado a cabo por la administración del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en represalia por el 7-O, con saldo provisional de 55 mil muertos y 120 mil heridos durante 20 meses de bombardeos a la Franja, como han denunciado la ONU y la Corte Penal Internacional. 

La respuesta israelí al 7-O incluyó desarticular el llamado “eje de resistencia”, conformado por los aliados de Irán para contrarrestar la influencia estadounidense y de Israel en Medio Oriente (la derrocada dinastía de los Assad en Siria, Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen), por lo no debería sorprender este nuevo paso contra el régimen de los ayatolás bajo la actual ofensiva de las Fuerzas de Defensa israelíes (FDI), que en la madrugada del pasado viernes lanzaron la Operación León Naciente contra instalaciones nucleares y otros objetivos militares en Irán. El propósito: “contrarrestar la amenaza iraní a la propia supervivencia de Israel”, según declaró a la televisión el premier Netanyahu, poco después de iniciada la campaña, prevista inicialmente con una duración de 14 días. Netanyahu justificó el ataque diciendo que Irán “está más cerca que nunca de obtener un arma nuclear”, y que “las armas de destrucción masiva en manos del régimen iraní representan una amenaza existencial para el Estado de Israel y una amenaza significativa para el resto del mundo”, si bien Teherán insiste en que su desarrollo nuclear tiene fines civiles. El 30 de mayo, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA-ONU), advirtió que Irán estaba procesando uranio cercano a la cantidad necesaria para fabricar una bomba nuclear (60%) y que estaba ampliando la “prueba de misiles”, lo que fue utilizado por Netanyahu para lanzar la ofensiva, preparada sin embargo “desde hacía meses”, la cual podría conducir a “un cambio de régimen” en Teherán, según sus palabras y luego de llamar a la sociedad iraní para que “se levante” contra sus líderes.

Como hizo en Líbano -en 2024- al decapitar al grupo chiita Hezbolá asesinando a su jefe, Hassan Nasrallah, Israel descabezó al Ejército iraní matando en uno de los ataques con misiles a los tres principales mandos militares: Mohammad Bagheri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y mano derecha de Jamenei; Gholam Rashid, comandante del Comando de Emergencia, y Hossein Salami, comandante en jefe de la todopoderosa Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), encargada de la seguridad nacional, las fronteras, el “eje de resistencia” y el programa nuclear, que también perdió a una decena de sus principales científicos. En reemplazo de Bagheri fue nombrado el comandante Ali Shadmani, quien apenas duró en el cargo unas horas ya que las FDI anunciaron ayer martes que murió en un bombardeo nocturno contra un centro de mando en la capital.

En declaraciones a la cadena ABC News, y también en una rueda de prensa virtual con medios israelíes, Netanyahu dijo el lunes que León Naciente tiene tres metas: “la eliminación del programa nuclear, la eliminación de la producción y la capacidad de producción de misiles balísticos y la eliminación del eje terrorista”. “Haremos lo necesario para lograr estos objetivos y nos estamos coordinando bien con Estados Unidos”, agregó, en relación con las contradicciones que existen en cuanto al papel de la administración de Donald Trump en esta guerra.

Sobre la posibilidad de acabar con el líder supremo Jamenei, Netanyahu dijo que atacarlo “no va a intensificar el conflicto, sino que va a llevarlo a su fin”, abriendo la puerta a su eventual asesinato. Una opción que Trump ha descartado “por ahora”, a su regreso anticipado de la cumbre del G-7 en Canadá, según escribió en su plataforma Truth Social. “Sabemos exactamente dónde se esconde el llamado ‘Líder Supremo’. Es un blanco fácil, pero está seguro allí. No vamos a sacarlo (¡matarlo!), al menos no por ahora”, escribió el republicano, entrando al conflicto de manera colateral.