Bad Bunny, Milo J y Rosalía: la nueva era de la música
"Bad Bunny, Milo J y Rosalía: la nueva era de la música", escribe Irene Selser en #Entrevías
De la lista del Top 4 de cantautores globales de Spotify para 2025, sólo el puertorriqueño Bad Bunny cierra el año como el músico latino más destacado, seguido de la estadounidense Taylor Swift y de los raperos canadienses Drake y The Weeknd, con miles de millones de reproducciones en total.
Artista versátil que combina trap latino y reguetón, junto a la salsa, el pop urbano, la cumbia, el indie pop, el rock y hasta la bossa nova, Bad Bunny ha logrado que su influencia trascienda fronteras geográficas e idiomáticas, aunque a veces haya que remitirse a la letra escrita para entender qué dice, por su abundante jerga local y su pronunciación arrastrada, típica del reguetón.
Artistas consagrados como Shakira, Beyoncé, Adele, Rihanna, Lady Gaga, Ricky Martin, el trío italiano Il Volo y la californiana Billie Eilish enmarcan el universo de estas figuras del espectáculo, donde también se encuentra el cantante de Kazajistán, Dimash Kudairbergen, de 31 años, políglota en 13 idiomas, que fusiona pop, ópera, folk, electrónica y música tradicional kazaja, con un registro vocal de más de seis octavas, superando a Mariah Carey (5), Freddie Mercury (4+) y Adele o Swift (4).
Otros dos nombres se suman al de Bad Bunny (Benito Martínez Ocasio, 31), rompiendo récords de audiencia y también reglas: la barcelonesa Rosalía (Vila Tobella, 32) y el joven cantautor y rapero de voz cálida y expresiva, Milo J (Camilo Joaquín Villaruel), nacido en Morón, provincia de Buenos Aires, quien está revolucionado los escenarios. Milo J no deja de reivindicar su extracción humilde al igual que sus parrillas de oro (grills), usadas como símbolo de identidad en el hip-hop.
Con 19 años recién cumplidos y un corte de pelo al estilo del mítico Sr. Spock (Leonard Nimoy) en “Star Trek”, Milo J es ya artista de Sony Music. Cruza rap, trap argentino, R&B y balada urbana; acumula millones de reproducciones y acaba de debutar con entradas agotadas en dos shows seguidos en el Estadio Vélez, en el barrio porteño de Liniers, con capacidad para 75 mil personas. Ahí presentó su nuevo disco “La vida era más corta”, donde honra al folclore, su otra pasión.
Con Rosalía y Bad Bunny, Milo J comparte la matriz del idioma español, aunque también cantan en otras lenguas (en su más reciente e innovador álbum “Lux”, Rosalía canta en 13 idiomas, como parte de su propuesta multicultural y conceptual).
Otro rasgo común es la coherencia y la autenticidad como marca artística, con letras basadas en experiencias personales, emociones reales y referencias culturales propias. En el caso de Bad Bunny, su lealtad e identificación con Puerto Rico se manifiestan en alusiones constantes en sus canciones, donde expresa con orgullo su identidad, además de abordar problemáticas sociales y apoyar activamente a artistas locales e iniciativas culturales y económicas en la isla.
Al inicio de su carrera, Bad Bunny enfrentó prejuicios y críticas por su apariencia física y el contenido explícito y sexual de sus canciones. Esa diferencia ya estaba marcada desde su propio nombre artístico, “Conejo Malo”, un guiño de irreverencia, rebeldía y sentido del humor, rasgos que atraviesan su música y su estética. Con el tiempo, su autenticidad y compromiso social revirtieron esa percepción. Crítico de la cultura machista y de la segregación, sus letras reflejan un posicionamiento claro frente a la desigualdad, la violencia, el racismo, los derechos LGTBQ+ y el feminismo, consolidándose como un vocero contemporáneo de la contracultura.
A su vez, desde el extremo sur del continente, Milo J explora en sus canciones temas de identidad, memoria, familia, crecimiento, búsqueda de sentido y falta de oportunidades, como en “Recordé”: “¿Seré una buena persona /o un condenado a vivir en un bucle, /de un tonto pasado que espera que sólo me eduque /sin dejar ver el porqué de lo que hago? /Soy el baile de la vicisitud. /Qué maestro el tiempo /si nos dice que no somos alumnos de la multitud”.
Milo J ha logrado conectar a los millennials tardíos y a la Gen Z -su generación- con lo mejor del folclore argentino, reivindicando la poesía y el sentido de pertenencia haciendo, como ocurrió en Vélez, que miles de chicos y chicas canten con él canciones del interior del país de hace más de medio siglo.
Un ejemplo de ello es la reinterpretación-homenaje que Milo J hace de la canción “Jangadero”, un clásico de 1959 escrito por Jaime Dávalos sobre la dura vida de los trabajadores en el litoral argentino, transportando en balsas (jangadas) los troncos de madera de los bosques a través de los ríos.
En su versión, Milo J fusiona el trap y sonidos contemporáneos con el folclore tradicional, incorporando fragmentos inéditos de la voz de la emblemática Mercedes Sosa. Crítica de la dictadura militar de Videla en los años setenta y solidaria con la causa de los desaparecidos y de los exiliados políticos, la propia Sosa debió exiliarse en España. Así, Milo J no sólo expresa respeto por la trayectoria y el compromiso de la cantante, fallecida en 2009, sino que también se convierte en un puente activo de la memoria histórica, en momentos en que Argentina hace tiempo que perdió la gloria y el rumbo. De hecho, con su gesto Milo J pareciera retribuir a la cantante su acercamiento al rock argentino tras su regreso del destierro, cuando abrazó en recitales y discos a figuras como Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Fito Paéz y el antológico Charly García.
Por su parte, Rosalía, con un registro de soprano ligera y mezzo soprano, combina su base emocional y técnica derivada del flamenco -con influencias de artistas como Camarón de la Isla, La Niña de los Peines y Tomatito-, con la modernidad y globalidad de la música urbana y pop. De cantautores como Juan Manuel Serrat y Joaquín Sabina ha aprendido la poética y la narrativa, fusionando tradición y vanguardia.
A propósito de Serrat, presente en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, nos llamó la atención su mensaje a los jóvenes con quienes se reunió el pasado 3 de diciembre. Les recordó que la fuerza y la belleza de la juventud son pasajeras, subrayando la importancia de pensar a largo plazo. Esto contrasta con el mensaje de Bad Bunny durante sus multitudinarios ocho conciertos en el Estadio GNP de la Ciudad de México, que cerraron el domingo tras reunir a más de medio millón de personas. “Vive el día a día”, repitió cada vez el rapero, alentando a disfrutar el presente, aunque a riesgo de postergar la planificación del futuro.











