Sionismo y judaísmo, en choque ante la guerra en Gaza
"Sionismo y judaísmo, en choque ante la guerra en Gaza", escribe Irene Selser en #Entrevías
Como ocurrió con los judíos europeos en 1941-1945, en el marco de la “solución definitiva”, el nombre que dio Hitler al asesinato de millones de judíos para “limpiar” Alemania, luego de que prácticamente ningún país de Occidente aceptara acogerlos, los residentes palestinos de Gaza y Cisjordania se enfrentan hoy a dos opciones: abandonar sus tierras y mudarse a otros países que quieran recibirlos, o morir.
La opción de “reasentarse” no parece viable, no sólo porque los palestinos han demostrado con creces desde hace casi 80 años su voluntad de permanecer en sus tierras, sino por la negativa de los países árabes a hacerse cargo de sus “parientes pobres”. De hecho, de los 15 millones en total de palestinos, unos 7.6 millones viven fuera de Palestina, en su mayoría en Jordania, Siria y Líbano, y de ellos 5.9 millones están registrados como refugiados ante la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), creada en 1949 para asistir a los palestinos que huyeron de Israel tras la creación de ese Estado en 1948.
Antes de dejar a Alemania “judenfrein” (limpia de judíos), los nazis buscaron hacerle la vida tan difícil para forzarlos a emigrar. Es la misma estrategia que el gobierno israelí aplica en Gaza desde el atentado terrorista de Hamás, el 7 de octubre de 2023, y en forma creciente en Cisjordania donde viven más de tres millones de palestinos. El 30 de mayo el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, dijo que “la idea es construir un Estado judío israelí” (el actual es laico) que incluya Cisjordania (Judea y Samaria), donde están previstos 22 nuevos asentamientos de colonos israelíes, una modalidad de expansión condenada regularmente por la ONU por “colonialista”.
Netanyahu (75 años), con más de 17 años en forma interrumpida en el poder, desde 2009, nunca ocultó su anhelo de hacer de Israel la Gran Nación, “sin no judíos” (árabes), como es el proyecto sionista surgido a fines del siglo XIX en Europa, a instancias del periodista y activista austrohúngaro Theodor Herzl, considerado el fundador del sionismo político moderno. El término sionista se deriva de Sión, el nombre de una colina en la ciudad de Jerusalén, y el “retorno a Sión” como patria y hogar de los judíos se ha convertido en un concepto fundamental para entender el conflicto israelí-palestino y también el choque entre sionistas y judíos religiosos o no que rechazan la existencia misma del Estado y el exterminio palestino.
En 2012, la Asamblea General de la ONU reconoció como “Estado observador no miembro” a Palestina, desmembrada entre la diminuta Franja de Gaza (365 km2 sobre el Mediterráneo, suroeste de Israel) y Cisjordania (5,860 km2, este), y del 17 al 20 de junio, en la sede de la ONU en Nueva York, una nueva conferencia internacional auspiciada por Francia y Arabia Saudita intentará resucitar el viejo compromiso de una solución de dos Estados, cuando la crisis humanitaria en Gaza, con más de 53 mil muertos en 19 meses de guerra sigue provocando la indignación internacional. Y no sólo: distintas voces de judíos reconocidos en el mundo acusan hoy a Netanyahu y su gabinete de extrema derecha de “estar abandonando los valores judíos” y su “filosofía humanista”.
Así lo afirmó en entrevista con Le Monde (1-06) el escritor y corresponsal de guerra francés Jean Hatzfeld (76), que cubrió el genocidio tutsi en Ruanda en 1994 y para quien “al destruir Gaza, Israel destruye el judaísmo”. Hatzfeld hace paralelismos entre Gaza y Ruanda, y asegura que “cada judío puede abrazar el judaísmo a su manera, (pero) para mí, es una filosofía humanista. (…) Por primera vez, temo lo peor, tanto para Israel como para Palestina. El pueblo palestino se enfrenta a una amenaza inminente y está siendo masacrado, pero también es Israel alejándose de lo que una vez fue. Marca un punto de inflexión en el destino de estos dos pueblos, en el que Israel podría autodestruirse”.
Otra voz crítica es la del ensayista e historiador emérito de la Universidad de Montreal, Yakov Rabkin (80), con una amplia bibliografía y activismo como judío religioso opuesto al sionismo que “ha deshumanizado y demonizado a los palestinos por décadas, y esta deshumanización se ha vuelto descarada tras la incursión de Hamás en octubre de 2023”.
En un artículo para Informed Comment (6-03), Rabkin destaca “las voces críticas que tanto dentro como fuera de Israel, describen el experimento sionista como un trágico error. Cuanto antes se le ponga fin, mejor para toda la humanidad”, si bien “el 82% de los israelíes apoya la expulsión definitiva de los palestinos”, pensando en su propia seguridad.
Rabkin acaba de publicar en España y Argentina su más reciente libro, “Israel, violencia perpetua. El rechazo de la colonización sionista en nombre del judaísmo” (Icaria) y en ocho capítulos hace un recuento desde la antigua Palestina, cuando “había una buena relación entre judíos y musulmanes”, hasta la fecha en que, como en 1948, “amplios sectores del judaísmo en el mundo rechazan la ideología sionista por razones religiosas, éticas y sociales”.
Por cierto, en octubre próximo tendrá lugar en Jerusalén el 39o Congreso Mundial Sionista, creado por Hertz en 1897 para decidir las políticas y estrategias del movimiento. El CMS se reúne cada cinco años y esta vez no sólo coincide con el segundo aniversario del 7-O, sino también con la decisión de muchos líderes sionistas en Israel de estrechar lazos con la comunidad cristiana conservadora de Estados Unidos, que coincide en que la existencia de Israel es parte de la profecía bíblica, por lo que es necesario combatir juntos al antisionismo.
La embestida de la administración Trump contra la universidad de Harvard y Columbia so pretexto de su “antisemitismo pro-palestino” es parte de esta línea de acción, de la que no es ajena la Fundación Heritage y su Proyecto Esther (por la heroína bíblica), lanzado en el primer aniversario del 7-O, “como la contraofensiva global más poderosa y efectiva contra el antisemitismo”, según sus creadores.