Una Presidenta que no escucha y pide ser escuchada
"Una Presidenta que no escucha y pide ser escuchada", escribe Salvador García Soto en #SerpientesyEscaleras
Lo primero que hay que decir de las visitas que está realizando la presidenta Claudia Sheinbaum a las zonas de desastre en los cinco estados afectados por las lluvias torrenciales de la semana pasada, es que su presencia en sí misma, ya la distingue de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, que nunca se paró en una zona de desastre durante su gobierno, ni en su natal Tabasco, cuando sufrió terribles inundaciones en 2020, ni en Acapulco, cuando la tragedia causada por el huracán Otis en 2023, por mencionar sólo dos casos de desastres en los que el expresidente decía que él no iba "para no salir en la foto", y a lo más que llegaba era a sobrevolar las áreas devastadas en helicóptero.
En ese sentido la Presidenta, aunque se tardó en reaccionar porque las inundaciones, deslaves y problemas en Veracruz, Hidalgo, Querétaro, Puebla y San Luis Potosí comenzaron desde la madrugada del viernes 10 de octubre, finalmente sí se presentó en las zonas devastadas a supervisar los trabajos de apoyo a la población damnificada, el domingo en Puebla y Veracruz, y ayer lunes en Querétaro y pretendía llegar a la sierra de Hidalgo, pero las condiciones climáticas se lo impidieron, por lo que hoy martes estaría recorriendo las afectadas comunidades hidalguenses.
Su llegada a las zonas más complicadas de Veracruz y Puebla la hizo en camionetas del Ejército y acompañada del general secretario de la Defensa, Ricardo Treviño. El mensaje de la Presidenta, de que todo estaba "bajo control" y que ya las fuerzas armadas y los gobernadores y alcaldes estaban trabajando, contrastó con lo que ella misma pudo constatar en algunos lugares, como Huachinango y Poza Rica, donde el nivel de devastación de las poblaciones urbanas y de comunidades rurales fue mayor. Y todavía en la sierra poblana le fue bien a la Presidenta y, aunque encontró peticiones y exigencias de ayuda, el momento más tenso de su gira del domingo lo vivió en Poza Rica, donde el abandono de la gente durante los primeros días y la falta de información sobre personas desaparecidas le estalló a la mandataria.
La escena de Poza Rica donde pobladores enojados le piden que informe sobre las personas que aún no son localizadas y que desaparecieron con las corrientes y deslaves, exhibió una falta de logística y previsión por parte de la mandataria y de sus colaboradores que no previeron una situación como la que ocurrió. Era evidente que ante el nivel de desastre que se vivió en la zona norte de Veracruz y que claramente no fue dimensionado de manera correcta por la gobernadora morenista, Rocío Nahle, que salió a declarar que sólo había sido un "desbordamiento ligero" del Río Cazones, en esa zona habría mucha más molestia de la gente que exigía ser escuchada por la Presidenta, ante la ausencia de las autoridades municipales y estatales.
Y fue ahí donde a la doctora le faltó paciencia y comprensión para entender la molestia y el malestar de los que le pedían que escuchara sus peticiones sobre personas, entre ellos varios estudiantes, que desaparecieron con las corrientes de agua que se llevaron todo a su paso en Poza Rica. Ante los gritos y reclamos de los afectados, la Presidenta les pedía que se callaran y la escucharan a ella, mientras repetía "no vamos a ocultar nada" y "a todos los vamos a apoyar". Hubo un momento en el que aquello fue un diálogo de sordos con gritos de los damnificados y desesperación de la Presidenta que les pedía que la escucharan a ella, en lugar de haberles dado la palabra y haber organizado un diálogo desde los estribos de la camioneta militar que la transportaba.
La imagen donde la Presidenta se pone el dedo en la boca para callar a los veracruzanos afectados ya era utilizada ayer por sus detractores en redes sociales para tacharla de "intolerante y autoritaria", mientras su poca paciencia, de querer irse porque no la escuchaban a ella, también era objeto de críticas. Y aquí surge otra duda: ¿por qué la gobernadora Rocío Nahle, que estaba ahí atrás de ella, muda y callada como si el enojo de la gente no fuera contra ella y su abandono, nunca hizo por ayudar a la Presidenta pidiéndole a la gente que se calmara y que se ordenaran para exponer sus exigencias y reclamos o para que escucharan lo que la Presidenta les quería decir? El silencio de Nahle dice mucho de la gobernante veracruzana que, con su torpeza y negligencia, irritó mucho más a los habitantes de Poza Rica.
Para la Presidenta, en cambio, estar en el lugar del desastre tuvo un doble efecto: por un lado se le reconoce el haber acudido presencialmente, aunque lo haya hecho 48 horas después de la tragedia, pero por el otro el no haber previsto la ira de la población afectada y no tener un plan para dialogar con ellos, más que pretender callarlos y que sólo la escucharan a ella, habla de que aún le falta esa sensibilidad y tolerancia cuando se enfrenta a públicos que no son necesariamente afines o militantes de su movimiento.
Porque no es lo mismo estar todos los días en sus conferencias matutinas en un ambiente controlado, con aplaudidores y paleros que le preguntan lo que se les ordena, aunque hay sus excepciones de periodistas profesionales que sí la cuestionan, pero al final está en su terreno, el Palacio Nacional, y ahí ella tiene todo controlado y difícilmente enfrentará más que preguntas incómodas en algunos casos. Lo mismo pasa en la mayoría de sus eventos, desde sus recorridos por los estados del país hasta el Zócalo, todos son ambientes controlados, con acceso a militantes y simpatizantes de su partido, en los que nunca enfrenta un cuestionamiento, un grito o un reclamo, porque difícilmente se permite acercársele a aquellos que no son morenistas y tienen alguna demanda o exigencia.
Ya sabemos que la Presidenta aprendió muy bien a moverse en su burbuja y que ahí se le ve cada vez más segura, suelta y ágil en su discurso y su lenguaje corporal. Pero sería bueno que sus asesores y estrategas, también prepararan a la Presidenta para enfrentar momentos incómodos y a auditorios o públicos no necesariamente afines y más bien críticos y hasta algo agresivos, como le ocurrió con los dolidos y enojados damnificados de Poza Rica. Porque una Presidenta que pide y hasta exige ser escuchada, tendría que saber que también ella debe aprender a escuchar y que, si bien su investidura debe respetarse, también hay momentos en la que ella debe ser más humilde y tener la sensibilidad para reconocer cuando la rabia y la ira de sus gobernados tiene como origen una tragedia personal o familiar.
Para ser escuchado, primero se debe aprender a escuchar, si lo que se quiere es lograr una comunicación efectiva. Si la Presidenta quería que los pozarricenses la escucharan a ella, debió primero escucharlos a ellos, porque se suponía que para eso había llegado hasta la zona de desastre a visitarlos. La empatía y la humildad de escuchar a los otros, aunque no se coincida con ellos, engrandece a cualquier persona, máxime si se trata de un gobernante. Lo contrario, callar a las personas para que sólo escuchen lo que se quiere decir y si no se callan retirarse, habla de intolerancia y soberbia, dos actitudes que cualquier gobernante no se puede permitir si no quiere ser criticada y cuestionada... Serpiente Doble dictaron los dados. Caída Libre.