Entre harina y fuego se despide el aroma de la historia de un panadero

Francisco Javier Gutiérrez Meza hace virotes, teleras, pan de dulce y el infaltable pan “paloteado”, una especialidad local. Su padre le heredó este oficio con el que se ha ganado la vida

En el corazón del centro de Hermosillo, el aroma a pan recién horneado anuncia que el día ha comenzado. Desde muy temprano, Francisco Javier Gutiérrez Meza, da forma a la tradición que le heredó su padre: la panadería. 

Francisco empezó en este oficio a los 17 años, en la panadería La Vencedora, ubicada en la calle Michoacán y Guadalupe Victoria. Su padre, Fernando Gutiérrez Cruz, fue quien lo introdujo al arte de amasar, hornear y formar cada pieza.

“Al que le gusta, luego aprende y no se batalla”, dice Francisco con una sonrisa entre el ajetreo de harina y bandejas calientes.

Sin embargo, el pan no perdona distracciones. 

“Aunque tengas años haciéndolo, si no te concentras, se te quema. Hay que estar abusado”, dice mientras saca una charola de pan dorado del horno.

Entre harina y fuego se despide el aroma de la historia de un panadero

Ya tiene 45 años dedicándose a esta labor y en la actualidad trabaja en la panadería La Rosa, donde junto con su equipo elaboran alrededor de mil piezas de pan al día, como virotes, teleras, pan de dulce y el infaltable pan “paloteado”, una especialidad local.

De todos los consejos que recibió de su padre, hay uno que nunca olvida: “Si no vas a ir a la escuela, pégale duro a la panadería. Así fue como entre madrugadas y costales de harina, encontró su vocación y una manera digna de ganarse la vida.

Para Francisco, hacer pan no solo es una rutina: es un legado familiar que se cuece todos los días en horno caliente, con paciencia, precisión y mucho corazón.