El Licenciado tenía un infiltrado en círculo de Carlos Manzo, revelan

También sale a la luz una carta póstuma escrita por Ramiro “N”, reclutador de los jóvenes implicados, que detalla la operación criminal.

La audiencia de imputación contra Jorge Armando “N”, alias El Licenciado, presunto autor intelectual del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, dejó al descubierto la existencia de un infiltrado del crimen organizado dentro del círculo cercano del edil, además de nuevas revelaciones sobre la mecánica del ataque y una carta póstuma que compromete aún más al acusado.

La diligencia se llevó a cabo el sábado en el Penal del Altiplano, donde la Agencia de Investigación Criminal (AIC) expuso información obtenida de los chats telefónicos mediante los cuales El Licenciado coordinó el atentado. La AIC reveló que Jorge Armando “N” notificó a su grupo criminal que contaba con un informante dentro del entorno de Manzo.

Uno de los mensajes citados por la autoridad decía: “Vamos retrasados porque anda el Presidente repartiendo velas”.

El presunto espía habría reportado también la hora en que Manzo salió de su domicilio y su ruta hacia la plaza central.

La carta póstuma que incriminó a El Licenciado

Durante la audiencia también salió a la luz una carta póstuma escrita por Ramiro “N”, encargado de reclutar a los presuntos homicidas. El documento, dirigido a su pareja y redactado a mano en una hoja de cuaderno, narraba cómo fue cooptado por el crimen organizado y señaló directamente a El Licenciado como su jefe.

Ramiro, un extrabajador de perfumería originario de la Ciudad de México, pidió perdón a su pareja, Paulina “N”, y confesó que no trabajaba en el sector aguacatero, como le había dicho, sino que estaba involucrado en la planeación del homicidio por encargo de R1, presunto líder criminal que habría ofrecido una recompensa millonaria por la muerte de Manzo.

“Mija, cuando leas estas letras se te llenarán los ojos de agua, pero perdóname… te mentí”, escribió.

En la carta, Ramiro detalló cómo fue reclutado en el mercado de Tepito y enviado a Uruapan días antes del asesinato para trabajar con El Licenciado. Su tarea era clara: reclutar a dos jóvenes adictos, enseñarles a usar armas y guiarlos en el ataque. Conoció a Víctor Manuel “N” (17 años) y Fernando Josué “N” (16 años) en una tienda de Malagua. Ambos tenían problemas de adicción a metanfetaminas, un perfil que el crimen buscaba.

Ramiro los entrenó, les explicó cómo operar, cómo disparar y cuál era el objetivo. También coordinó su movilidad y los llevó a un hotel en el Centro de Uruapan para preparar el ataque. Pero, según narró, comenzó a sentir miedo. Escribió que temía a su jefe, a quien llamó El Lic, y presintió que algo andaba mal.

Ramiro relató en su carta que fue presionado para cambiar de apariencia porque la Fiscalía lo buscaba. Aun así, fue citado por su jefe y recogido en un taxi. Esa fue la última vez que se le vio con vida. El 10 de noviembre, su cuerpo apareció junto al de Fernando Josué “N” en Capacuaro.

Cuando Paulina no tuvo noticias de él, revisó su maleta y encontró la carta de despedida, la cual fue entregada a las autoridades competentes.

“Seguramente cuando leas esto yo estaré muerto, porque nos van a querer silenciar. Cualquier cosa que me pase, estaba trabajando para El Licenciado, el Ministerio Público leyó al juez.

Ramiro incluso mencionó a qué grupo criminal pertenecía su jefe, un número telefónico vinculado y dejó una advertencia final: “No confíes en la Fiscalía Regional de Uruapan, El Licenciado tiene comprada una parte de la Fiscalía”.