El cempasúchil: más que una flor, un símbolo de la cultura mexicana
El cempasúchil guía a las almas durante el Día de Muertos con su vibrante color y simbolismo ancestral, conectando a los vivos con sus seres queridos fallecidos.
Cada 1 y 2 de noviembre, las flores de cempasúchil transforman los panteones y hogares de México con su vibrante color naranja y amarillo, en honor al Día de Muertos. Esta festividad, profundamente arraigada en la cultura mexicana, celebra la vida y la muerte, mientras los caminos de pétalos guían a los espíritus hacia las ofrendas preparadas por sus seres queridos.
El cempasúchil, cuyo nombre proviene del náhuatl Cempohualxochitl, que significa “varias flores”, es más que una simple decoración. Los antiguos mexicanos asociaban su color amarillo con el sol, viéndolo como un puente entre el mundo de los vivos y los muertos.
Durante estas fechas, las tumbas se adornan con estas flores, que también tienen un lugar destacado en las ofrendas dentro de las casas, simbolizando la vida y la muerte.
Producción y tradición en México
México cuenta con 35 variantes de esta flor, siendo Puebla el mayor productor con más de 14,900 toneladas en 2019. Otras regiones productoras incluyen Guanajuato, Michoacán y el Estado de México, donde los campesinos trabajan arduamente para mantener viva esta tradición.
Al apoyar a los productores locales, los mexicanos continúan una costumbre ancestral, mientras adornan sus altares y tumbas con estas flores tan significativas.
El uso del cempasúchil no se limita a las ofrendas. También es conocido por sus propiedades medicinales y aplicaciones prácticas en la vida cotidiana, como en la elaboración de insecticidas, tintes y tratamientos para problemas digestivos y de la piel.
Esto demuestra que esta flor es, además de un símbolo cultural, una planta de gran utilidad en las comunidades mexicanas.
Raíces prehispánicas del Día de Muertos
La festividad del Día de Muertos, de raíces prehispánicas, tiene sus orígenes en las culturas mexicas, zapotecas y tlaxcaltecas. Estas civilizaciones rendían culto a la muerte al finalizar la temporada de cosecha, organizando rituales que ayudaban a guiar las almas al Mictlán, el inframundo.
Este profundo respeto hacia la muerte sigue vigente hoy en día, representado en las ofrendas y los caminos de pétalos que iluminan las casas y los cementerios.