Estados Unidos polarizado

"Estados Unidos polarizado", escribe Marco A. Paz Pellat en #ElPoderdelasIdeas

En Estados Unidos, la polarización política ha alcanzado un nuevo nivel de profundidad: la percepción generalizada de que los votantes de los partidos Republicano y Demócrata no pueden ponerse de acuerdo ni siquiera en los hechos básicos.

Un estudio reciente del Pew Research Center revela que 83% de los demócratas y 79% de los republicanos creen que sus contrapartes políticas “viven en realidades distintas”. Esta percepción no solo evidencia una división ideológica, sino también una polarización epistémica, es decir, la incapacidad de compartir una base común de información verídica y consensuada.

Este fenómeno se ha intensificado en la última década. Según datos del mismo Pew Research Center, dos tercios de los estadounidenses consumen noticias exclusivamente de medios alineados con su postura política, lo que refuerza visiones sesgadas del mundo. Por ejemplo, mientras que una mayoría de votantes republicanos confía en medios como Fox News o Newsmax, los demócratas tienden a seguir CNN, Msnbc o NPR. Esta fragmentación informativa no solo alimenta narrativas incompatibles, sino que profundiza la desconfianza mutua.

Además, el entorno digital contribuye al problema. Un informe de MIT Sloan, la escuela de negocios del MIT concluyó que las noticias falsas en redes sociales se propagan seis veces más rápido que las verdaderas, y suelen apelar a emociones como el miedo o la indignación, reforzando prejuicios existentes. Esto ha generado un ecosistema donde la desinformación es un arma política, y donde los hechos son cuestionados o descartados según su procedencia ideológica.

La consecuencia más visible es la creciente demonización del otro. Pew también ha documentado que más de 70% de los votantes de cada partido creen que los del otro representan una amenaza para el país. Esta percepción extrema erosiona la posibilidad de diálogo y socava los principios básicos del pluralismo democrático.

Expertos en ciencias políticas, como Lilliana Mason (Universidad Johns Hopkins), advierten que cuando la identidad partidista se vuelve parte central del yo, la política deja de ser un debate sobre políticas públicas y se convierte en un conflicto entre tribus. Esto no sólo impide acuerdos legislativos, sino que también afecta relaciones personales y fragmenta el tejido social.

Frente a este panorama, distintos actores han comenzado a proponer soluciones. Iniciativas como Braver Angels o AllSides buscan fomentar el diálogo entre ciudadanos con posturas opuestas y promover el pensamiento crítico frente a los medios. Sin embargo, revertir la desinformación y restaurar la confianza en una base común de hechos será un proceso largo.

La democracia estadounidense enfrenta hoy un reto existencial: sin acuerdo sobre la realidad, no hay terreno común para la deliberación. Recuperarlo es crucial para el futuro de su convivencia política y social. Pareciera que la lucha por el poder apuesta solo por la mayoría, polarizando, y no por los consensos.