El colapso de los servicios públicos

"El colapso de los servicios públicos", escribe Marco A. Paz Pellat en #ElPoderdelasIdeas

En México, el deterioro de los servicios públicos se ha convertido en un problema nacional que trasciende fronteras estatales y municipales. Lo que antes eran fallas localizadas hoy es un patrón que se repite de norte a sur: infraestructura envejecida, mantenimiento diferido, gobiernos con visión de corto plazo, deudas crecientes y capacidad técnica limitada. El resultado es un debilitamiento generalizado de servicios esenciales como el agua potable, el transporte público, el drenaje, la recolección de basura y el alumbrado, que cada vez afectan más la vida diaria de los ciudadanos.

Los datos más recientes confirman que este deterioro no es percepción, sino realidad. Según la ENSU de junio de 2025, 82.9% de la población urbana identifica los baches como el principal problema de su ciudad, 66.4% señala las fugas de agua y 60.2% las coladeras tapadas. Estos problemas no son exclusivos de la Ciudad de México: se reproducen en Monterrey, Guadalajara, Hermosillo, Mérida y decenas de ciudades intermedias, evidenciando un patrón estructural. La causa común es la misma: mantenimiento reactivo, presupuestos mal priorizados y ausencia de planes maestros de infraestructura que trasciendan administraciones.

El caso de la capital del país es emblemático, pero no único. En agosto de este año, lluvias torrenciales dejaron 84 milímetros de agua en el Centro Histórico de la Ciudad de México, colapsando vialidades, paralizando el Metro y cerrando temporalmente el aeropuerto. En otros estados, como Nuevo León y Tabasco, eventos similares provocaron inundaciones masivas por falta de drenajes pluviales funcionales. En ambos casos, la respuesta gubernamental fue reactiva, desplegando brigadas y recursos de emergencia, pero sin atacar las causas: sistemas hidráulicos obsoletos, redes saturadas y nulo mantenimiento preventivo.

El transporte público urbano es otro eslabón crítico de esta crisis nacional. El Metro de la Ciudad de México, que moviliza a más de cuatro millones de personas al día, enfrenta fallas eléctricas, filtraciones y equipos fuera de servicio. En Monterrey, el Metrorrey ha sufrido interrupciones frecuentes por fallas mecánicas y sobrecarga. En Guadalajara, la Línea 3 del Tren Ligero ha operado con limitaciones por problemas técnicos desde su inauguración. La falta de mantenimiento programado y la operación al límite de la capacidad son factores comunes en todos estos sistemas.

El suministro de agua potable, vital para la salud y la economía, muestra cifras alarmantes. A nivel nacional, en promedio 40% del agua se pierde por fugas antes de llegar a los usuarios. Esto significa que casi la mitad del recurso se desperdicia, elevando costos de operación y obligando a recurrir a cortes programados, como sucede periódicamente en Baja California, Querétaro y Estado de México.

Este deterioro tiene consecuencias directas sobre la economía y la calidad de vida. Un bache que no se repara en meses aumenta accidentes y costos de mantenimiento vehicular. Una fuga de agua sin atender agrava la escasez y eleva el gasto de las familias en pipas. Un transporte público colapsado resta horas productivas a millones de personas cada día. Sumados, estos problemas erosionan la competitividad del país, desincentivan la inversión y deterioran la confianza en las instituciones.

México enfrenta una bomba de tiempo. La infraestructura crítica tiene una vida útil limitada y el mantenimiento diferido multiplica exponencialmente el costo de su rehabilitación. Si no se adoptan medidas urgentes -planificación integral a largo plazo, presupuestos blindados para mantenimiento, profesionalización técnica de las administraciones y mecanismos que garanticen continuidad de proyectos-, el país podría experimentar en la próxima década un colapso en cascada de sus servicios públicos.