Los otras frentes de guerra
"Los otras frentes de guerra", escribe Marco Paz Pellat en #ElPoderdelasIdeas
Además de los enfrentamientos militares, el conflicto entre Israel e Irán se ha trasladado a un nuevo frente: el de las redes sociales y la narrativa digital. En este espacio, la información se ha convertido en arma, y la desinformación, en una herramienta estratégica clave. Ambos países compiten no solo por el dominio territorial, sino por la percepción pública global.
Israel ha diseñado una narrativa centrada en la autodefensa, justificando sus acciones militares como respuestas preventivas ante amenazas existenciales. Paralelamente, intenta separar al régimen iraní del pueblo iraní, posicionándose como un defensor de los derechos humanos en ese país.
Para lograrlo, ha desplegado campañas publicitarias con contenido emocional y visualmente impactante, apoyadas por videos generados con inteligencia artificial (IA) que refuerzan su narrativa. También cuenta con una ventaja estructural derivada de su colaboración con agencias de inteligencia estadounidenses y europeas, lo que le permite influir en el flujo y el encuadre informativo internacional.
Irán, en contraste, ha optado por una estrategia más interna de control y censura. Ha restringido el acceso a internet y bloqueado plataformas digitales para dominar el discurso doméstico y suprimir voces disidentes. Esto ha generado una imagen fragmentada del conflicto hacia el interior de su población.
Al mismo tiempo, ha reforzado sus esfuerzos de propaganda digital a nivel internacional, difundiendo contenidos manipulados —como videos falsos de ataques a ciudades israelíes— y campañas de desinformación coordinadas para proyectar una imagen de fuerza y superioridad moral.
El conflicto digital también incluye ciberataques dirigidos a infraestructuras civiles israelíes y la operación de redes de bots que amplifican hashtags y mensajes críticos contra Israel. Esta manipulación algorítmica, común en ambos bandos, permite escalar la guerra de narrativas de forma rápida y masiva, influenciando audiencias que muchas veces no cuentan con mecanismos para verificar la veracidad de la información.
Una de las plataformas donde esta batalla se ha vuelto particularmente relevante es TikTok. La viralización de contenidos —muchos creados por jóvenes que documentan el conflicto en tiempo real— ha añadido una nueva dimensión a la forma en que se comparte y percibe la guerra. Imágenes crudas, testimonios espontáneos y narrativas personales compiten con campañas institucionales y desinformación generada artificialmente.
La guerra digital también tiene una dimensión psicológica. Ambas partes buscan generar miedo, incertidumbre y duda, erosionando la confianza pública y debilitando el consenso internacional. En este contexto, la alfabetización mediática y la verificación de hechos son más necesarias que nunca para evitar que la desinformación defina el curso del conflicto.
El anuncio de Trump de fin de la guerra, aunque no se sepa si se cumplirá, podría ser aprovechado por ambos bandos para reforzar su versión de los hechos y lanzar nuevas olas de desinformación. Esto muestra cuán frágil es la verdad en la era digital, donde lo que la gente cree puede ser tan decisivo como lo que realmente ocurre. Hoy, la guerra se pelea también con algoritmos, datos y narrativas.