López Obrador, el peor presidente

"López Obrador, el peor presidente", escribe Raymundo Riva Palacio en #EstrictamentePersonal

Cada vez la gestión de Andrés Manuel López Obrador, “el mejor presidente de la Historia”, como lo califica su sucesora Claudia Sheinbaum, está mostrando que es exactamente lo contrario: es el peor presidente de la Historia. Los gobernantes se miden por los resultados y, en el caso de López Obrador no hace falta una línea de tiempo para evaluarlo porque todas las semanas, la famosa “transformación” que prometió, se diluye en un lodazal de contradicciones, opacidad, ineficiencia y corrupción. La narrativa del régimen es poderosa pero hueca. Los elogios superlativos de su protegida no impedirán que los costos los paguen ella y el país.

La última joya se dio de esta semana. Las autoridades descubrieron en un cateo en Coatzacoalcos una “mini refinería de huachicol” -como la está llamando la prensa-, donde recuperaron 500 mil litros de petróleo crudo que estaban listos para ser inyectados en el mercado ilegal de combustible, que equivalen a 25 millones de pesos. Qué gran paradoja.

El sexenio de López Obrador comenzó con la gran mentira de la “guerra contra el huachicol”, para esconder la crisis en el abasto de gasolina que provocó la incompetencia del exdirector de Pemex, Octavio Romero Oropeza, y terminó en un fracaso, uno de tantos en el sexenio: el robo de combustible empeoró y las organizaciones delincuenciales lo hicieron parte central de su portafolio criminal. Entre 2019 y 2024, el huachicol le costó a Pemex 75 mil millones de pesos, que sumó otros cinco mil millones y medio en el primer trimestre de este año.

El catálogo del desastre es amplio.

Dos Bocas, otra perla. La refinería que soñó López Obrador y se entercó para que se construyera muy cerca del lugar donde nació, es otro monumento a la torpeza, falta de planeación, según personas de la industria, la corrupción. López Obrador dijo que costaría ocho mil millones de pesos y a finales de 2023 produciría 290 mil barriles diarios de gasolina. En mayo, el costo superaba los 21 mil millones de pesos y producía 3% de lo prometido. Su verborrea no resistió ni un año la prueba de la realidad.

Ayer, El Universal publicó que LitioMx, la empresa que creó López Obrador hace dos años y medio para controlar los yacimientos, minas y producción de baterías de litio, un muy preciado metal alcalino, es una empresa fantasma con una inversión que apenas llega al 0.01% de lo que necesita, convirtiéndola en un bote de basura donde se tiraron 31 millones de pesos en salarios por hacer nada. Es un proyecto tan absurdo como la ocurrencia que tuvo en diciembre de 2023, que para ocultar las quejas por el desabasto de medicinas, anunció una megafarmacia para distribuir los medicamentos a todo el país. Como sus otros proyectos faraónicos, fracasó: surtió 2.7 recetas diarias en los primeros cuatro meses de operación, comparadas con las 617 mil recetas diarias que entregaba el Seguro Social antes que su política de salud lo demolieran.

López Obrador vivía en el estatismo de los 70’s que provocó crisis que duraron una generación. Empapado en esa necedad creó Mexicana, una aerolínea manejada por el Ejército para volar a ciudades que no atendían las aerolíneas comerciales. Nunca se hizo. Tampoco voló su flotilla de tres aviones que de acuerdo con El Financiero, el año pasado perdió tres millones y medio de pesos diarios por falta de ingresos. Las pérdidas, que tuvieron que absorber los contribuyentes, fueron de mil 250 millones de pesos.

Mexicana tuvo como aeropuerto sede el otro capricho de López Obrador, el “Felipe Ángeles”, luego que desechó el nuevo aeropuerto en la Ciudad de México en Texcoco, que llevaba construido una tercera parte, y que hoy tendría resuelto el problema del saturamiento en el “Benito Juárez”. El nuevo aeropuerto acumula pérdidas, porque no hay ni conectividad terrestre ni frecuencias de vuelos suficientes para que pueda volar. El año pasado tuvo ingresos por 290 millones de dólares, tras pérdidas acumuladas en sus dos primeros años de operación por mil 500 millones de pesos, más otros dos mil 500 millones en subsidios. Más tiradero de recursos.

Los números todavía no salen, como tampoco al Tren Maya, otro de los caprichos de López Obrador, que tiene una pérdida operativa de dos mil 560 millones de pesos, con corridas que duran eternidades y estaciones fuera de las ciudades. Junto con el “Felipe Ángeles” y Mexicana, sus pérdidas rebasan los cinco mil millones de pesos, y no está claro si en algún momento las megaobras del expresidente cambiarán su destino, que hoy van al despeñadero.

Sus obras faraónicas fueron hechas sin control ni vigilancia, modelos de una administración autoritaria y cerrada, que bajo el pretexto de que se inscribían en proyectos de “seguridad nacional”, no fueron sujetas de auditorías, ni tenían que rendir informes o ser transparentes. Son cajas negras, en donde varios de esos proyectos - los manejados por el Ejército, sobre todo-, nadie sabe en qué se gasta, ni cómo se gasta o quiénes se beneficiaron de la obra.

En el gobierno de López Obrador un alto número de empresas -algunas que nacieron junto con las ideas del expresidente- involucradas en las megaobras, fueron recomendadas al Ejército desde Palacio Nacional, y el 80% de los contratos se entregaron por adjudicación directa, una discrecionalidad presupuestal sin precedente. Según datos del IMCO y México Evalúa, más de mil 500 billones de pesos se dieron sin competencia abierta.

Como ha documentado la prensa, hubo jóvenes que se convirtieron en millonarios espontáneos, abundaron los conflictos de interés en la asignación directa de contratos y las denuncias de corrupción galopante fueron frecuentes. No se abrieron investigaciones porque dentro del propio régimen las taparon. López Obrador cabalgó en una impunidad que maquilló de honestidad. Ese liderazgo que construyó sobre la superioridad moral, pero esa superioridad ya no existe. Lo que queda es un discurso repetido, lleno de mentiras y enemigos fabricados, frente a una realidad terca y documentada que muestra un gobierno capturado por la opacidad, rodeado de lealtades ciegas y cargando con resultados tan pobres como los que régimen criticaba. Pero también, una sucesora que le servirá de tapadera.

Raymundo Riva Palacio

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