¿La oposición despierta o Morena se debilita?

"¿La oposición despierta o Morena se debilita?", escribe Salvador García Soto en #SerpientesyEscaleras

Cuando se les percibe cada vez más débiles y testimoniales ante la maquinaria electoral de Morena y cuando sus dirigentes nomás no logran convencer ni ser contrapesos de un régimen cada vez más poderoso y autoritario, los partidos de oposición volvieron a mostrar signos vitales en las pasadas elecciones del domingo 1 de junio, principalmente en Durango y Veracruz, aunque también en la elección judicial les terminó resultando su llamado a boicotear esos comicios con el abstencionismo.

Claro que no es nada para echar las campanas al vuelo y falta mucho para que la oposición mexicana llegue al nivel que debería tener para enfrentar al nuevo partido hegemónico que hoy controla ya a los tres poderes del Estado y a la mayoría de los gobiernos estatales, pero lo sucedido el domingo confirma dos cosas: la primera, que con todo y su estructura clientelar y de programas sociales, Morena no es invencible y que, cuando la oposición se pone a trabajar con buenos candidatos y campañas, puede empezar a capitalizar el desgaste natural que ya muestra el partido gobernante por sus fallidos ejercicios de gobierno.

El frenón que le metieron a Morena en Durango, y particularmente a Andrés Manuel López Beltrán, tiene mucho para analizar porque no sólo demostraron que el junior no es, para nada, el gran operador que se decía y que está muy lejos de emular al padre en sus modos y sus formas de operación política. El cierre de filas entre el gobernador Esteban Villegas y la dirigencia nacional priista de Alejandro Moreno, lograron evitar que la maquinaria clientelar del morenismo funcionara en Durango y mantuvieron el control de la capital estatal, que era el principal objetivo de Andy, además de Lerdo en la comarca lagunera y, salvo en Gómez Palacio que sí gana Morena, lograron evitar el crecimiento del partido oficialista con miras a las elecciones de gobernador en 2028.

Algo similar pasó en Veracruz, donde Movimiento Ciudadano y el PT son los partidos que mejor capitalizaron el retroceso morenista en la entidad, que sólo pudo ganar en 11 municipios solo y en los demás en alianza con el PVEM para un total de 71 municipios, mientras antes de los comicios gobernaban en 86 alcaldías. La ruptura con el PT le costó cara a Morena y, mientras ellos retrocedieron, los petistas lograron ganar, solos, en 28 municipios. El partido que más creció en Veracruz fue MC, que pasó de gobernar en 18 localidades a ganar en 41, incluyendo Poza Rica, y convirtiéndose en la segunda fuerza política del estado; mientras que el PAN, también solo y sin alianza con el PRI, logró mantener Boca del Río, pero perdió Veracruz y retrocedió 100 mil votos en su votación, y el PRI logró mantener lo que tenía con 22 municipios ganados.

¿Qué tanto esos resultados son mérito de una oposición que empieza a capitalizar el desgaste natural de Morena al ejercer el poder o qué tanto también influyeron las divisiones, pleitos y rupturas internas entre los morenistas y entre estos y sus aliados? Seguro hay de ambas cosas y los resultados del pasado domingo son una combinación de factores. Pero, sin duda, las divisiones internas de Morena, la soberbia de sus operadores que se sienten todopoderosos y la molestia de muchos gobernadores por las imposiciones y desplantes de Andy López Beltrán en sus estados, también fueron un factor determinante para el innegable retroceso morenista en las elecciones del 1 de junio.

Porque si se observa fríamente -más allá del discurso triunfalista de la presidenta Sheinbaum que siempre quiere ver el vaso medio lleno-, también en la elección judicial se notó un debilitamiento de Morena y de sus estructuras clientelares. La maquinaria del partido gobernante, que ha probado ya de sobra su eficiencia a la hora de sumar votos y acarrear votantes a las urnas, se vio en esta ocasión muy mermada y con poca capacidad de movilización, a tal grado que no se alcanzó la meta del 20% de participación en los comicios judiciales que se habían fijado en el gobierno y su partido.

Y ahí es donde vuelve a tener sentido la idea de que el todopoderoso partido gobernante empieza a resentir no sólo los efectos de su ejercicio de gobierno, agudizado por la situación económica, presupuestal, las protestas sociales, la crisis de la salud pública y las enormes presiones y tensiones con el gobierno de Donald Trump; a todo eso se suman los pleitos y divisiones internas en el movimiento lopezobradorista, en donde los grupos o corrientes se están dividiendo entre los que apoyan la influencia e intervención de López Obrador y los que le sugieren a la presidenta Claudia Sheinbaum asumir completamente su poder presidencial y rechazar imposiciones o tutelajes de su antecesor.

Porque la elección judicial se convirtió en una clara muestra de las divisiones y confrontaciones que hay en este momento en Morena. En la disputa por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y por el Comité de Disciplina Judicial se enfrentaron varias corrientes, grupos y posiciones dentro del morenismo o de la llamada 4T. Por un lado, estaban los candidatos claramente vinculados al expresidente López Obrador, desde Lenia Batres, hasta Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz, Celia Maya, Bernardo Bátiz, María Estela Ríos y Verónica de Gyves; por otra parte, había candidatos más cercanos a la presidenta Claudia Sheinbaum como Sara Irene Herrerías, Arístides Guerrero, Giovani Figueroa, mientras que a la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, la identificaron con el futuro ministro Irving Espinoza.

En ese reparto de candidaturas, que parecen negociadas entre los grupos, el que parece el ministro que fue consensado y aprobado por todos los grupos fue Hugo Aguilar Ortiz para que presidiera la Suprema Corte de Justicia, con el discurso, también acordado de promoverlo como "el segundo presidente indígena de la Corte" y equipararlo al Benemérito de las Américas, Benito Juárez García, aprovechando su misma condición indígena. El abogado mixteco que carece de carrera o experiencia judicial, pero que se destacó por defender los derechos de comunidades indígenas de Oaxaca y de otros estados del país, es leal a López Obrador, pero es bien visto también por la Presidenta.

Y al final los intereses de los grupos morenistas terminaron chocando en la clarísima disputa entre Hugo Aguilar y la ministra Lenia Batres, que se resolvió por apenas 165 mil votos de diferencia, y el sorpresivo tercer lugar al que mandaron a la ministra Yasmín Esquivel a quien varias encuestas de intención de voto ubicaban como la que sería la más votada. Claramente ante la disyuntiva de dejar llegar a la ministra Batres o a Yasmín Esquivel, fue donde se dio la negociación entre el expresidente y la doctora para apoyar a Hugo Aguilar Ortiz y vender la narrativa de la presidencia indígena de la Corte como una señal de lo que será la nueva justicia en la era de la 4T.

Por eso los resultados electorales del domingo 1 de junio, tanto en la composición de los nuevos órganos del Poder Judicial, como en lo sucedido en los estados de Durango y Veracruz, reflejan claramente un debilitamiento o retroceso de Morena, cuando venían de una tendencia de arrasar electoralmente, lo que termina beneficiando a la oposición y subiendo los números de varios partidos que capitalizaron la caída morenista. Es decir que la oposición, si bien da signos vitales, termina avanzando en esos dos estados más por el descuido y la división de Morena, que por un buen trabajo partidista de partidos como MC, el PAN y, más claramente en el caso del PT que, tras ser despreciado y ninguneado por Morena, decidió romper la alianza y competir solo, propinándole las derrotas que debieron ser más dolorosas para el partido gobernante...  Los dados mandan una Escalera Doble.