Salud, pobreza, desesperanza
"Salud, pobreza, desesperanza", escribe Arnoldo Kraus en #ColaboraciónEspecial
Las definiciones de salud poco sirven. Procuran ser conceptos universales cuando no lo son. Un yerro más de los dueños del Poder, económico, político, social. Dentro de los países las diferencias en salud entre sus habitantes son muy grandes. En Estados Unidos, por ejemplo, los homeless y los miembros del partido trumpista difieren enormidades en la atención a sus enfermedades y en cuanto a los bretes asociados a problemas médicos. En el país de Donald —¿o no es de él?— los sinhogar siguen falleciendo en la calle, por enfermedades, drogas, soledad y/o pobreza. Terrible ramillete marchito en una nación cuya voracidad pretende comerse al mundo. En ese país, las cifras de enfermos desprotegidos varían dependiendo de quién las ofrezca.
Se estima que la tercera parte de nuestros vecinos carece de servicios básicos de salud. EU es el único país desarrollado carente de un sistema universal de salud. La comida chatarra, el uso de opiáceos sin control para tratar dolor y la salud como negocio son factores cimentales en la condición de miseria, factor insoslayable en el ámbito de la salud. El obamagate, al igual que Obama sin gate, yacen, salvo cuando el expresidente viaja en los yates de sus amigos y se le ve feliz, en el basurero.
El párrafo previo, como todas las historias, es un pequeño abrebocas: ¿qué se puede y se debe hacer en el mundo y en México para disminuir el dolor de las personas? Utilicé, a guisa de ejemplo, el fenómeno estadounidense para ilustrar el fracaso quasi universal en materia de salud. A la Organización Mundial de la Salud, uno de los espacios "rectores" del mundo, se le debe cuestionar porque no enlista a la pobreza como enfermedad. Cualquier pobre de Chiapas, Sierra Leona, Afganistán o los sinhogar de Nueva York, le puede explicar a los vocingleros de esa organización los significados de vivir en condiciones de pobreza. ¿Por qué no incluye la OMS a la pobreza como enfermedad? La promoción de la salud, la dignidad y el desarrollo se vinculan con la miseria; si ésta no se revierte, innumerables enfermedades, entre ellas infecciones y condiciones como desnutrición, seguirán acabando con las vidas de personas depauperadas.
Lo mismo debe saber Steven Pinker, profesor de Harvard, quien asegura que tanto pobreza como violencia han disminuido en el mundo. Espetarlo desde Harvard es fácil: en este mundo torturado, ¿hay a quien no le guste escuchar buenas noticias?
El afamado profesor debería viajar en las pateras con africanos, sumarse a los migrantes centroamericanos o a los chiapanecos que huyen a Guatemala debido a la violencia en México. Son muchos los detractores de Pinker. Al profesor de Harvard le convendrían unas "semanas sabáticas" fuera de sus aulas; subirse a La Bestia, también conocido como El Tren de la Muerte, sería, para él y su sequito, materia de reflexión y experiencia non grata. En el tren arriesgan sus vidas migrantes de Guatemala, El Salvador Cuba, Venezuela y Haití; viajan en los techos del tren para huir de las matazones en sus países e intentar llegar a Estados Unidos. Steven: el tren no cobra si viajas en el techo o entre los furgones.
Las enfermedades producen sufrimiento, físico y mental, tanto del afectado como de sus seres cercanos. De acuerdo a diversos estudios, entre 1990 y 2021, la cifra de personas en condiciones de sufrimiento ha aumentado a pesar de la supuesta mayor asequibilidad de tecnología médica y de fármacos ad hoc. De ser veraz la afirmación de que la pobreza en el mundo ha disminuido, ¿por qué ha aumentando el dolor en incontables enfermos?
Por ahora, aunque volveré al tema, quienes deben responder son los dueños de la OMS.
Arnoldo Kraus